
y lo preexistente en síntesis contemporánea
y respetuosa. Foto: Silvana Colombo
Según las necesidades de chicos y docentes, un jardín de infantes da cátedra
En una mesa redonda realizada por el Foro de Arquitectura Educativa a mediados de noviembre en el Museo de Bellas Artes, la directora de la escuela de educación de la Universidad de San Andrés, licenciada Silvina Gvirtz, lanzó una pregunta inquietante: ¿Tienen que seguir existiendo las aulas en las escuelas? Así dejó al descubierto la importancia de encarar con criterio flexible el diseño de espacios en un momento en que el sistema educativo debe esforzarse en actualizar contenidos y formas de enseñanza.
Este criterio de flexibilidad en el diseño espacial privó en el proyecto del Jardín de Infantes del Colegio Pestalozzi, obra del estudio que encabeza el arquitecto Jeffrey Berk. “No hay que confundir flexibilidad con que los espacios sirvan para todo –dice Berk–. Deben contemplar adaptaciones, pero dentro de un diseño integral que considere los requerimientos de los educadores y los chicos.”
Luego de ser seleccionado, el estudio encuestó a los docentes sobre el colegio al que aspiraban: qué funciones debían cumplir los espacios y qué equipamiento facilitaría su tarea. Esa información, y las construcciones existentes, definieron el proyecto.
Rescate del patrimonio
El predio, en Belgrano R (Sucre 3235), contaba con dos construcciones de principios del siglo XX con valor patrimonial: una casona de carácter normando con ladrillo visto y una cochera al fondo en arquitectura neocolonial. Luego de su uso como vivienda familiar alojaron una residencia geriátrica y un instituto educativo. Berk propuso revalorizarlas al quitarles los agregados de la última década y diseñar con libertad la ampliación de un sector entre ambas.
Explica que la intervención pone en valor el carácter original de las fachadas y remodela las construcciones de modo que convivan en forma respetuosa y contemporánea. Eso supuso la limpieza y protección de las fachadas, el reemplazo de estructuras y cenefas de la cubierta dañada y la construcción de los núcleos sanitarios. El resultado es de una riqueza urbana infrecuente. Por un lado, el ingreso al conjunto se realiza por una calle que con pavimento articulado permite el ascenso y descenso de los niños en un área protegida del tránsito. Por otra, la diversidad de la arquitectura se acentúa por el lenguaje moderno del prisma entre las dos construcciones, con aulas en los dos primeros niveles y un patio cubierto en el segundo piso. Las salas de 2 y 3 años se situaron en la planta baja, y las de 4 y 5 en el nivel superior; todas cuentan con dos baños y piletas integradas. En la planta baja y en el primer piso se acristaló la estructura hacia los patios lateral y posterior. Y desde la sala de profesores en la construcción neocolonial se controlan los espacios abiertos. Berk destaca el plazo de obra, 90 días, y la gestión con el Gobierno de la Ciudad y la Asociación de Fomento en favor del patrimonio y las áreas verdes.
Armonía entre líneas y valores
“Del mismo modo que nuestro proyecto educativo sostiene los valores fundacionales del colegio, y los conjuga con metodologías de enseñanza actualizada, el proyecto realizado integra tres estilos arquitectónicos muy diferentes. Se rescató lo original y valioso de los edificios existentes, reformulándolos y transformándolos en un todo armonioso”, explica la directora del nivel inicial del Pestalozzi, licenciada Trixi de Riva, que lleva más de veinte años desempeñándose en la institución y se muestra muy satisfecha con los resultados.
Es que, como se señaló en la nota adjunta, la educación requiere cada vez más de espacios adaptados a sus necesidades específicas, pero también cambiantes. “Estos resultados se integran al estilo institucional del colegio Pestalozzi, siempre centrado en respetar las diferencias para integrarlas en una propuesta bicultural”, concluye. .
Horacio G. Levit
Fuente: lanacion.com |Arquitectura